Fer Mavec

Hello Wolf!

Tomar decisiones con ansiedad es como jugar ajedrez en llamas… y sin ver el tablero

La ansiedad es esa asesora de decisiones que nadie contrató pero siempre aparece.
La que te susurra al oído en cada bifurcación: “elige mal, elige peor o quédate paralizado mientras el mundo arde”.
Y tú, como buen CEO de tu existencia medio funcional, le haces caso porque, total, ¿quién necesita paz mental cuando puede tener cortisol a libre demanda?

Yo, por ejemplo, tomo decisiones como quien camina sobre cristales con los pies descalzos: sabiendo que cada paso va a doler, pero fingiendo que es parte del crecimiento.
Y lo peor es que ya tengo años de experiencia.
Porque la ansiedad y yo no somos amigos.
Somos exes tóxicos que nunca se terminan de bloquear del todo.

Desde que perdí la vista, la cosa se puso peor.
Los sonidos se volvieron granadas sensoriales.
Un restaurante lleno no es “ambiente”, es Vietnam con tenedores.
Y un evento social no es una reunión, es una emboscada auditiva con olor a perfume barato y traumas sin resolver.

¿Y qué hago ante eso?
Evitarlo todo, por supuesto.
Gran técnica de liderazgo: aislarse hasta que las decisiones ya no impliquen interacción humana.
Si no hay gente, no hay conflicto.
Si no hay conflicto, no hay ansiedad.
Y si no hay ansiedad… ja, claro, ni en mis mejores simulaciones.

El problema es que liderar —ya sea un proyecto, una empresa o tu maldita vida— implica decidir.
Y decidir implica exponerte.
Y exponerte, si tienes ansiedad, es como quitarte la ropa en un cuarto lleno de jueces con megáfonos.

Así que mi proceso decisional suele tener este flowchart:

  1. Piensa en la decisión.
  2. Imagina todas las formas en las que puede salir mal.
  3. Imagina cómo todos se van a decepcionar.
  4. Recuerda algo vergonzoso de hace 15 años que no tiene relación pero igual da pena.
  5. Paralízate 40 minutos.
  6. Decide lo que ya sabías que ibas a hacer.
  7. Cúlpate por no haberlo hecho antes.

Y aún así, funciono.
Porque he aprendido a liderar con ansiedad, no contra ella.
Como quien maneja con el freno de mano puesto, pero aún llega.
Lento, ruidoso, con olor a neumático quemado… pero llega.

¿Es eficiente?
No.
¿Es real?
Más que cualquier libro de autoayuda con portada azul cielo.

Porque la ansiedad no desaparece con afirmaciones.
Se gestiona con humor, con estructura, con saber que tal vez vas a tomar decisiones de mierda… pero al menos no por omisión.

Y sí, a veces me aíslo.
Porque el mundo duele.
Y porque el liderazgo que no contempla la fragilidad es pura actuación con PowerPoint.

Pero también sé que decidir, aunque sea temblando, es mejor que quedarte esperando que alguien más te salve.

Obvio, no viene nadie.
Y si viene, seguro trae una opinión que no pediste.Así que sí: mi liderazgo es ansioso, contradictorio, emocionalmente agotado…
…pero al menos es mío.
Y eso, créeme, ya es mucho más de lo que parece.

Share: Facebook Twitter Linkedin
Deja una respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *